El sonero de clase, de esos que llaman “de la mata”, sólo debe esperar su momento. La oportunidad se ha de presentar, tarde o temprano porque “los diferentes” son escasos, y por ello hacen historia. “Wiwi” Buznego pertenece a ese lote. Sigue en forma acelerada los pasos
de Frankie Ruíz, Ray Sabas y Tito Allen. Sus ídolos, sus maestros.
“De vez en cuando, al cantar, suelto la influencia que he tenido de ellos, es inevitable. Crecí oyéndolos, imitándolos, soneando como esos
señores, que son demasiado grandes; y así, poco a poco, creo que he ido bordeando mi estilo”, asevera el cantante, a quien muchos apodan “el sonero del 23”.
DE LAS GAITAS A LA SALSA
Pareciera ser una constante. Muchos de nuestros soneros se “descubren” en épocas navideñas. Las gaitas y los aguinaldos permiten el atrevimiento, porque no es fácil enfrentarse a un público ávido de talentos, pero en diciembre la masa es benévola, porque en las parrandas todo el mundo canta y la alegría es contagiosa. “Kutimba” Espósito y Fernando “Chino” Suárez vienen de esa estirpe. “Wiwi” se une al combo.
“Las gaitas fueron las que inculcaron en mí la alegría de la música. Yo me presentaba con mi charrasquita y vacilaba en los bloques con los muchachos. Esa época no la voy a olvidar jamás”.
William José Buznego Cánchica nació el 22 de mayo de 1963. Sus orígenes son sencillos. Viene de una familia conformada por siete hermanos, cinco de los cuales son cantantes, condición que heredaron de su padre José Gregorio Buznego Arroyo, quien los ha impulsado a materializar sus sueños. “Wiwi” lleva tiempo en el ambiente y cree que le ha llegado su oportunidad. Ha cumplido su pasantía y su nombre comienza a sonar con fuerza, dentro y fuera del país.
“El apodo de ‘Wiwi’ me lo encasquetó un tío. De pequeño, él me preguntaba cómo me llamaba y yo en mi balbuceo le decía ‘wiwi’, y así me quedé. Me dicen ‘el sonero del 23’ porque allí me crié y amo esa parroquia”.
La entrevista se produce en el “brake” de un toque en Caricuao, una parroquia que, como el 23 de Enero, se ha atestado de música y bembé. Los domingos, en los estacionamientos, los muchachos se conforman en grupos para descargar. Gente trabajadora que al mejor estilo del Bronx se apegan a la música para el obligado disfrute.
– ¿Qué vino después de la gaita?
– Música y más música. Digo que soy un salsero nato, porque hasta las gaitas las cantaba como si fueran salsa, y me reclamaban por ello. En mi casa siempre la rumba estaba encendida, porque allí hasta el gato cantaba.
Confiesa “Wiwi” que ha admirado con ahínco a tres soneros boricuas, como lo son Frankie Ruíz, Ray Sabas y Tito Allen. Precisamente, por el tono parecido a Allen llamó la atención cuando lo escucharon por vez primera en el “Festival Metropolitano de la Salsa” que montó la Alcaldía Metropolitana y que presentó a “Las Leyendas del 23”, la súper orquesta dirigida por “Tuky” Torres, una especie de “All Star” con músicos nacidos en el 23 de Enero, donde Buznego es uno de los cantantes al lado de Edgar “Dolor” Quijada, Armando Guaramato y Carlitos Hurtado.
“Tengo influencia de esos tres señores, pero sobre todo de Frankie Ruíz, a quien admiré y admiro sobre todos ellos. Tuve la oportunidad de cantar a su lado, improvisar un número que él hizo famoso, como La Cura. Eso fue en La Rinconada, en un concierto donde además de él se presentaron Nuestra Orquesta La Salsa Mayor y Los Hermanos Lebron. Aquello fue una experiencia inolvidable. A muy poca gente se le cumple el sueño de cantar al lado del ídolo. Para mí fue lo máximo, de verdad.
– ¿Luego?
– Nada. Él me felicitó, me aconsejó que continuara el camino trazado y me invitó a Nueva York. Me dio su tarjeta, que la conservo, pero al final no fui y al año murió. Su partida me afectó mucho. Te digo, es algo que jamás voy a olvidar”.
– ¿Comienzos profesionales?
– Fue en 1989. Un bongosero de nombre Adolfo López me recomendó con Silva y Guerra, porque estaban buscando un corista. Me presenté, hice la audición y quedé. Mis inicios fueron como corista y lo fui de Ildemaro, Cheo Valenzuela, Wilmer Cobos, Julio Moreno y Erick Francheski. A éste último le debo el favor de haberme recomendado con el maestro Natividad Martínez. Erick era su cantante y le dijo que yo podía hacer el trabajo cuando él se había salido de la orquesta. A Naty le gustó mi tono de voz y de allí en adelante comienza mi historia como solista, por eso yo digo que a “Wiwi” lo descubre Naty, y aprovecho esta entrevista para expresarle mi agradecimiento eterno. Lo malo puede olvidarse, pero lo bueno jamás.
– ¿Proyectos?
– Ahora mismo estamos en una de desarrollar lo que hemos aprendido. Gracias a Dios ha habido una buena aceptación y creo que he logrado un estilo propio. Finalicé una producción de salsa romántica, que también estoy en ese plano, pero lo mío es salsa dura, de la mata, como dicen. El género está de vuelta y todos debemos contribuir a que no decaiga. El CD lleva como nombre Atrapado.
“Wiwi” no se detiene. A comienzos de 2009, atiende una invitación a la ciudad de Atenas, Grecia, hecha por el empresario Niko Kosaki, dueño del local de música latina “El Palenque”, sitio que ha albergado a figuras de la talla de Hermán Olivera, Frankie Vásquez, Alfredo de la Fe, Ray de la Paz y su compatriota Orlando Castillo “Watussi”, entre otros. Allí compartió escenario con Amik Guerra, trompetista cubano de la Orquesta Mercado Negro, quien lo acompañó durante seis presentaciones. Recientemente dejó su voz en una producción de “La Negramenta”, orquesta barloventeña con la cual viajará a Colombia para abrir puertas, bajo el sello de Salsaneo Récords.
“El sonero del 23” ha acompañado a luminarias como Ismael Miranda, Cano Estremera, Júnior González, Cheo Feliciano, Luisito Carrión, Andy Montañez y Marvin Santiago, entre otros, pero su sueño es pertenecer a una orquesta como la de Willie Rosario, la “Apollo Sound” de Roberto Roena o la del fallecido Tommy Olivencia. Espera que los santos le cumplan la quimera. Que así sea.
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