El Chato Matta llegó al restaurante por un caldo de choros y cabezas de pescado. “María me timbró el gran Pancholón: “Chato, estoy en Dulanto, cantando salsa con unos cubanos que son mis hinchas y unas bebitas espectaculares. Vente ahorita, pero pasa por una farmacia y compra condones que esta noche es la noche, como diría mi tío Frankie Ruiz”. Llegué y encontré a Pancholón medio calato con dos trampitas en hilo dental. “Chato, tú eres varón y no malagradecido como el Chino del Callao.
Estoy dolido, odio a la gente desleal, tú sabes que fue mi “calichín”. El Chino no existiría, sino se hubiera cruzado conmigo. Le agarré camote y lo introduje en el mundo de las trampas, la salsa y el “dame que te doy”. ¡¡Pero mira cómo me paga!! Y me tiró una carta escrita en computadora y el membrete era de un prestigioso colegio. “Pancho, sé que cuando termines de leer estas líneas me odiarás. Y, de seguro, dirás que soy chueco, soplete, doble cara y mil insultos más. Quizá tengas razón, yo fui tu alumno y fiel discípulo. Por ti salí de virgen a los 30 años. Me presentaste a los calzoncitos sucios más ardientes y espectaculares de San Martín, el Callao, Los Olivos y Breña.
Claro que tampoco era gratis, pues siempre me pedías para el “telo” y hasta la gasolina de tu carro. Pero no puedo negar que aprendí mucho. Pero Pancho, ya han pasado casi 15 años y este Chinito ya se aburrió de la mala vida. Soy feliz con mi novia que es una señorita de su casa, que me quiere y no me rebusca los pantalones o me pepea como tus amigas. Esta carta, lo sé, te pondrá colérico, pero te voy a cantar la firme: Tú no eres feliz. Vives un mundo de fantasía, como Héctor Lavoe lloras por dentro y ríes para no llorar. Ya estás viejo, Pancho, ¡andas de cama en cama con chibolas que pueden ser tus hijas! Sé que cuando despiertas en el hostal de los infieles, “La posada”, te das vuelta y no sabes con quién estás.
Miras el techo, te da la pensadora y sufres por no tener una mujer que te ame de verdad. Este Chino, al que le decías gil, ahora, cree que te puede dar consejos. Pancho, ya estás en el ocaso. Hablé con mi novia y le conté todas las perradas que hicimos juntos. Ella me dice que a ti te falta amor sincero. Esas mujeres que paran a tu lado solo buscan pasarla bien, subir a una camioneta del año, trago, su sanguchón, su gaseosa y un sencillo. Lo siento, Pancho, pero ya no eres mi maestro. Más bien, yo te puedo dar un poco de cátedra porque voy a formar un verdadero hogar con mi novia Adelita”. Pucha, fue como una bomba, al terminar de leer, Pancho quemó la carta y me dijo: “Chato, mira cómo te pagan los cuervos como el Chino.
Miles de veces lloró en mi hombro. Ahora que está con novia, se cree bacán, pero que no alucine. Los tipos como él son perdedores por naturaleza. No va a durar en su relación. A los tres meses me estará timbrando para ir a trampear y me llorará que se siente enjaulado. Y allí verá mi venganza””. Pucha, ese Chino y ese Pancholón son la muerte. Un par de tramposos. Me voy sorprendida de esta pelea entre amigos. Cuídense.
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