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MARTES 07/06/11En la NellyTeka, en el Barrio Obrero, se baila salsa desde las 07:00. La diversión en uno de los populares locales de Cali se prende casi siempre con Cali pachanguero, el segundo himno de la capital de la salsa.

El sitio que Nelly María Parra abrió hace 25 años en una de las barriadas más ‘calientes’ de la tercera ciudad de Colombia es la primera escala de la ‘ruta de la salsa’, uno de los atractivos de la capital del departamento del Valle del Cauca. “Aquí la rumba está en las venas”, resume la mujer sobre la gente de una ciudad que vive la fiebre del baile y que hace de la salsa el catalizador de proyectos económicos, turísticos e incluso sociales.

La segunda escala está en el mismo Barrio Obrero, a pocas cuadras. En una casona del barrio, y sin la promoción que merece un sitio así, Carlos Molina, quien se define como un melómano de toda la vida, levantó su particular Museo de la Salsa.

Lo más valioso son las más de 3 000 fotografías de intérpretes, en especial de quienes han cantado el ritmo antillano que se enraizó en Cali. Este se hizo parte de la cultura y se convirtió en el mayor ícono de la ciudad.

Las imágenes de mayor valor para el coleccionista son las que tienen dedicatorias de Frankie Ruiz, el portorriqueño Nacho Sanabria y Andy Montañés. “Ellos son mis amigos”, explica el hombre delgado que también conserva corbatas de estilos y colores chillones, como las que suelen usar los cantantes de música tropical.

También hay una colección de unos 6 000 larga duración de acetato, la mayoría de salsa. Y tampoco podía faltar la foto del ecuatoriano Julio Jaramillo, “que tenía una voz inconfundible”.

Los dos locales son el punto de partida de la oferta de una capital que ha transformado a la salsa en su sello, que aquí tiene un ingrediente particular, según explica Yuri Buenaventura.

El músico colombiano, residente en París hace 22 años y que a menudo va a la Sultana del Valle, descubre un componente social. “Es un proceso popular. Y en los barrios donde se practica la salsa son como ‘zonas francas de la paz’”.

De los beneficios de la salsa como un catalizador de la reivindicación social de la cual habla Buenaventura, da testimonio Luis Eduardo Hernández. Más conocido como ‘El Mulato’ es el director de Swing Latino, la más prestigiosa de las 126 escuelas de salsa de Cali.

Para el ex pandillero, la salsa fue un salvavidas. Hace 23 años fundó la primera academia de Cali, que ha formado a miles de bailarines, que luego engrosaron los shows que se ofrecen en esta urbe y en otras ciudades de Colombia y del mundo.

En lo que constituye una novedad que da réditos, Swing Latino también ofrece el programa ‘Aprende español bailando salsa’.

Cada año arriban 400 afuereños de diversas procedencias. “Incluso de Japón y Corea del Sur”, afirma el ganador de cinco campeonatos mundiales de salsa.

Lo más provocador en la oferta salsera de la capital mundial del ritmo quizá se encuentra en el show que ofrece Delirio, una exótica combinación de baile, orquesta y circo, un patrimonio artístico de la ciudad.

La revista musical es montada por un equipo de 300 personas, entre bailarines, músicos, coreógrafos y diseñadores de vestuario.

Concluida la presentación, la diversión salsera se extiende en los locales de baile de los barrios San Antonio, Granada y Obrero.

La capital de la salsa

En enero pasado, el diario estadounidense The New York Times incluyó a Cali en su lista de los principales 10 destinos turísticos a los que recomendaba para viajar en el 2011.

Se recomienda visitar los barrios San Antonio, Granada y Obrero, en este último con las debidas precaucione
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