“Es un nombre un poco extraño para un restaurante cubano”, admite Felipe Valls Jr., propietario del Versailles. El martes por la noche, la lista de invitados se quedó corta, porque las personas más importantes fueron las que hicieron fila para celebrar los 40 años del restaurante que mantiene vivo el estilo del sabor cubano.
Allí estaba una anónima VIP llamada Mercedes Revilla, encantadora y locuaz a sus 67 años. Ella recuerda los inicios del Versailles, cuando en 1971 Miami era “como un pueblo de campo”.
“Si eres cubano, hay que venir aquí”, dice. “Porque aquí nunca tienen excusa, sea el día que sea el sabor siempre es el mismo, siempre es esa sazón que a uno le trae recuerdos”.
La señora Revilla, maestra retirada de Matemática y habanera orgullosa, confiesa que uno de los motivos para empezar a venir al Versailles fue que “cuando los demás cerraban este lugar siempre estaba abierto”. ¿Algún recuerdo de romances quizá? “No”, dice divertida, “cuando empecé a venir ya estaba casada”.
Desde las cuatro de la tarde, a un lado de la esquina, por una alfombra se vieron las guayaberas más hermosas, mujeres bien vestidas y con tacón alborotando a periodistas y solteros solitarios, sombreros elegantes y habanos encendidos reclamando el aire miamense como propio.
Con las calles cerradas para recibir a celebridades como “El Gordo” Raúl De Molina y autoridades como el gobernador Rick Scott, el alcalde condal Carlos Giménez y el alcalde de Miami Tomás Regalado, el tráfico se hacía lento en la Calle 8 con curiosos de ocasión y medios locales y extranjeros. “Han venido hasta desde Inglaterra”, dice Valls, que comenzó muy joven lavando platos “y quebrando uno que otro”, pues su padre quería que conociera el negocio desde adentro.
Ana Summerlin, que nació en Miami viajando en el vientre de su madre desde Cuba hace casi 50 años, recuerda haber visto pasar por aquí los nombres que le dieron forma a la Florida de hoy. “Este lugar se hizo con sudor y sacrificio. Nada de lo que los Valls lograron les cayó del cielo”, asegura. Summerlin es cuñada de Valls Jr.
Para celebrar estos logros, la orquesta Junior’s Band preparó un repertorio especial. “No es difícil complacer al público cubano”, dice José Manuel Betancourt, venezolano y fundador del conjunto. “Sabemos que el repertorio tiene que tener salsa, guaguancó, los ritmos propios de Cuba. Lo difícil está en la exigencia de interpretar las canciones como se debe. En eso sí no se falla, los buenos cubanos se dan cuenta cuando no se toca bien una pieza”.
Canciones de Celia Cruz, Gloria Estefan y Frankie Ruiz sonaban en medio de mesas repletas. Las ventanillas de la cafetería daban abasto, como el alboroto e un feriado nacional.
“Bajamos los precios a los de 1971”, explica Valls. “Eso es casi 10% de los precios de ahora, pero vale la pena. Pensamos que sería una buena manera de celebrar. En todo caso, ya sabes que cuando la cosa se pone mala hay que bajar los precios y todo el mundo viene”.
Esteban Pérez, chef desde hace 30 años y encargado del menú del Versailles, puede contar el simple secreto para que este local, y no otro, sea el nombre más sonado cuando se habla de complacer al paladar cubano. “Acá no hacemos comida fusión ni latinoamericana ni nada de eso. Lo que hacemos en mantener la tradición, mantener la calidad. Estamos apegados a la comida como se debería comer en Cuba”, dice.
El secreto de Versailles, escondido en la terquedad de preparar la cocina cubana sin moverse un milímetro de las recetas queda claro: aquí se come como se podría comer en Cuba en otros tiempos. “Así es”, dice Pérez, junto a José Socarraz, supervisor de cocina que le acompaña con un trago en un aparte de las celebraciones.
“¿Sabes cuál ha sido nuestro orgullo hoy?”, pregunta Pérez. “Ver contentos a los dueños”.
“Hemos cumplido algunos sueños”, dice Valls. “Tenemos la cadena La Carreta. Y poco a poco estamos comprando los locales de la cuadra entera para que todo sea un mismo Versailles. Pero si me preguntas un sueño por cumplir, sería abrir un local en La Habana, cuando mi Cuba sea libre”.
Por supuesto, Valls sostiene en la mano un Cuba Libre.
Read more: http://www.elnuevoherald.com/2011/07/13/982343/versailles-celebro-40-anos-de.html#ixzz1S17ffwya
Allí estaba una anónima VIP llamada Mercedes Revilla, encantadora y locuaz a sus 67 años. Ella recuerda los inicios del Versailles, cuando en 1971 Miami era “como un pueblo de campo”.
“Si eres cubano, hay que venir aquí”, dice. “Porque aquí nunca tienen excusa, sea el día que sea el sabor siempre es el mismo, siempre es esa sazón que a uno le trae recuerdos”.
La señora Revilla, maestra retirada de Matemática y habanera orgullosa, confiesa que uno de los motivos para empezar a venir al Versailles fue que “cuando los demás cerraban este lugar siempre estaba abierto”. ¿Algún recuerdo de romances quizá? “No”, dice divertida, “cuando empecé a venir ya estaba casada”.
Desde las cuatro de la tarde, a un lado de la esquina, por una alfombra se vieron las guayaberas más hermosas, mujeres bien vestidas y con tacón alborotando a periodistas y solteros solitarios, sombreros elegantes y habanos encendidos reclamando el aire miamense como propio.
Con las calles cerradas para recibir a celebridades como “El Gordo” Raúl De Molina y autoridades como el gobernador Rick Scott, el alcalde condal Carlos Giménez y el alcalde de Miami Tomás Regalado, el tráfico se hacía lento en la Calle 8 con curiosos de ocasión y medios locales y extranjeros. “Han venido hasta desde Inglaterra”, dice Valls, que comenzó muy joven lavando platos “y quebrando uno que otro”, pues su padre quería que conociera el negocio desde adentro.
Ana Summerlin, que nació en Miami viajando en el vientre de su madre desde Cuba hace casi 50 años, recuerda haber visto pasar por aquí los nombres que le dieron forma a la Florida de hoy. “Este lugar se hizo con sudor y sacrificio. Nada de lo que los Valls lograron les cayó del cielo”, asegura. Summerlin es cuñada de Valls Jr.
Para celebrar estos logros, la orquesta Junior’s Band preparó un repertorio especial. “No es difícil complacer al público cubano”, dice José Manuel Betancourt, venezolano y fundador del conjunto. “Sabemos que el repertorio tiene que tener salsa, guaguancó, los ritmos propios de Cuba. Lo difícil está en la exigencia de interpretar las canciones como se debe. En eso sí no se falla, los buenos cubanos se dan cuenta cuando no se toca bien una pieza”.
Canciones de Celia Cruz, Gloria Estefan y Frankie Ruiz sonaban en medio de mesas repletas. Las ventanillas de la cafetería daban abasto, como el alboroto e un feriado nacional.
“Bajamos los precios a los de 1971”, explica Valls. “Eso es casi 10% de los precios de ahora, pero vale la pena. Pensamos que sería una buena manera de celebrar. En todo caso, ya sabes que cuando la cosa se pone mala hay que bajar los precios y todo el mundo viene”.
Esteban Pérez, chef desde hace 30 años y encargado del menú del Versailles, puede contar el simple secreto para que este local, y no otro, sea el nombre más sonado cuando se habla de complacer al paladar cubano. “Acá no hacemos comida fusión ni latinoamericana ni nada de eso. Lo que hacemos en mantener la tradición, mantener la calidad. Estamos apegados a la comida como se debería comer en Cuba”, dice.
El secreto de Versailles, escondido en la terquedad de preparar la cocina cubana sin moverse un milímetro de las recetas queda claro: aquí se come como se podría comer en Cuba en otros tiempos. “Así es”, dice Pérez, junto a José Socarraz, supervisor de cocina que le acompaña con un trago en un aparte de las celebraciones.
“¿Sabes cuál ha sido nuestro orgullo hoy?”, pregunta Pérez. “Ver contentos a los dueños”.
“Hemos cumplido algunos sueños”, dice Valls. “Tenemos la cadena La Carreta. Y poco a poco estamos comprando los locales de la cuadra entera para que todo sea un mismo Versailles. Pero si me preguntas un sueño por cumplir, sería abrir un local en La Habana, cuando mi Cuba sea libre”.
Por supuesto, Valls sostiene en la mano un Cuba Libre.
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•7:40
Este Búho vuelve a repetir: Ni los golazos de Paolo Guerrero en la Copa América, me pueden quitar la desazón al asistir al primer “faenón” del gobierno nacionalista, aun antes que Ollanta Humala se ciña la banda presidencial.
La aparición de Alexis, un “hermanísimo” “pescando” en aguas heladas rusas ha desatado la incredulidad y el escepticismo en la población. El “affaire Alexis” tiró por la borda y manchó el único “bonus plus” que catapultó a Ollanta a la Presidencia: “la lucha contra la corrupción”.
Humala fustigó duramente los “faenones” del gobierno aprista, el tráfico de influencias y lobbys. Gracias a esa firmeza logró derrotar a Keiko que arrastraba el pesado lastre del fujimorismo corrupto.
Lo que indigna a este Búho son dos cosas: Primero, el vergonzoso comportamiento de viejos espadachines “anticorrupción” como Javier Diez Canseco, quien en un primer momento, ante el silencio de Ollanta, sin rubor defendió al “tiburoncito” Humala justificando sus andanzas en Rusia, diciendo que “estaba promoviendo el multilateralismo (sic).
O lo que es peor, afirmar que “él tiene todo el derecho a hacer negocios”. ¡Por favor! Si el benjamín de la familia fue recibido por el Vicecanciller ruso y los más grandes empresarios gasíferos y pesqueros del país de León Tolstói. Qué vergüenza que un político que siempre luchó contra los abusos del poder y sus tentáculos, una vez que llegó al mismo, a la vejez preste su imagen y verbo florido para “blindar” al “hermanísimo” de su jefe.
Ante esto, ¿quién puede entender la posición tibia y contemplativa del presidente electo? ¿Cómo hubiera actuado, si Ollanta perdía las elecciones y se hubiera sorprendido haciendo negociados en Rusia a Hiro Fujimori, hermano de una “presidenta electa” Keiko?
Allí, me imagino a Javier Diez Canseco paseándose por todos los canales denunciando el nepotismo, el “faenón” y proponiendo comisiones investigadoras, ni qué decir del propio candidato perdedor Ollanta, llamando a la movilización. Seguramente habría un paro en Puno, en Ilo o Mollendo. Hasta hubiesen tomado la carretera en Chala.
Francamente, me da lástima la actitud de muchos izquierdistas contemporáneos de este Búho que, durante lustros lucharon y enarbolaron la bandera contra la corrupción, el poder abusivo y los que llegan al gobierno a hacerse millonarios.
Hoy defienden, sin desparpajo, estos evidentes casos de aprovechamiento del poder, de parte de un familiar del futuro Presidente. Qué pena que más que sus convicciones, ahora pese el interés de apoyar a un gobierno que llegó enseñando manos limpias y ni siquiera ha empezado sus funciones, pero ya se está manchando con negociados, como en este caso, hasta lesivos con la soberanía nacional.
Porque Alexis Humala no solo fue a hacer negocios sobre el gas. Es público que también es un empresario pesquero y se atrevió a prometerles a los rusos que vengan a pescar en aguas peruanas. Tan es así, que la Oficina de Información rusa festejó ese ofrecimiento del “enviado del gobierno peruano”. ¡Qué pretendía el “hermanísimo” con estos ofrecimientos? ¿Cuál era su negocio?, como diría el gran Frankie Ruiz.
Porque ignorante no es, y sabe que en el mar peruano ya no hay cuotas para más flotas pesqueras y menos para una como la rusa, famosa por su voracidad y ser considerados verdaderos “tiburones” que han depredado y arrasado la flora y fauna marina de varios mares territoriales de países que suicidamente cedieron sus aguas a este país. Apago el televisor.